Si se promete y se cumple: espectáculoMuy espectáculo. Las Vegas, las protagonistas del máximo directo y medio de Netflix, presentes en unos 200 países y que buscan 250 millones de suscriptores, una de las reinas de las plataformas y ahora lanzada por el género deportivo. Demasiado jugoso para dejarlo escapar. En la cinta oscura del Michelob Ultra Arena del casino Mandalay Bay, Rafael Nadal y Carlos Alcaraz, dos tiempos distintos; una puerta y la otra puerta. Digamos que la artillería será pesada porque el episodio es una exhibición. Cae finalmente la balanza a favor del joven murciano en el desempate, con suspenso, como toda buena producción: 3-6, 6-4 y 14-12, entre dos horas de juego. Ambos se preparan para su entrada en Indian Wells, que comienza esta semana. Hago esto con un trasfondo muy distinto. Ahí, en el desierto de California, me quedaré en el Palmar con todo su garbo, e intentaré llegar al mar como el Manacor.
En la pista, dos maneras de entender la cita. Más recreativo Alcaraz, pura generación Z: diversión o nada. Teniendo en cuenta el peso que le cae en el tobillo de la semana pasada, sale grácilmente por la pista, ligero, como un bailarín de goma. En el momento en que se suspende y este hermoso chasis luce a la perfección, fibroso y fuerte, delicado y contundente al mismo tiempo, levita por unos momentos. Sus cuádriceps están marcados en los apoyos y llaman poderosamente la atención del espectador de la cuarta fila: “¡Parece un caballo!”. Hoy es poderoso, pero el cilindro de gran tamaño y su cuerpo se contorsionan con una elasticidad sombría a la hora de empujar la pelota. Sí, ya sabes, incluso en ocasiones desconectadas. Pero esta vez puedes permitírtelo. el espectáculo envía, y aún hoy hay mucho más en la grabación de Las Vegas.
Muy celebridad, demasiada distracción del dedo medio. Directo con la detención de Pau Gasol, un par de asientos a costa de Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones; Blanca Suárez también aplaudió y Charlize Theron se comprometió con la concurrida fiesta. La bondad de Carlitos, claramente, está dispersa, pero la seriedad de Nadal en el desempeño llama al orden y contiene la tentación. El Mallorquín, 38 años o el próximo 3 de junio, son días de otra historia, luchando con el cuerpo e intentando reconectarse al circuito para poder despachar las condiciones, para controlar cada gesto y cada paso, recuperando el gusto. Me hizo ir más allá y desaconseja la realidad. Prudencia, prudencia y más prudencia. Así, se disfruta con varios alfileres de la ropa en forma de cordón. Punto de partida por otro lado, lanza un largo demoledor que pone al público en el pie.
Nadal no suelta la mano y mucho menos el instinto, pero en el pico intuye esos días de zozobra interior, los de quien se sigue mandando lejos contra su voluntad. Si por él fuera, lo disfrutaría toda mi vida. Sin embargo, ahora todo son incógnitas. Ni siquiera sé cuándo lo soltarán, dice. No tuve tiempo de correr después de esta temporada –tres partidos, hasta que el cuerpo del detuvo en Brisbane; uno más que el cursor frontal y, en el punto donde menguar, se aumenta el número de las preguntas. El presente es claro: ata el extremo, y síguelo colocándolo todo donde está en la pista. Ganando o no, pero sobre el suelo. Hoy en día, cada intervención del mallorquín te deja saber como fue la última, y por tanto te arropa del rango de toda tu familia, con el niño en brazos de la mujer.
Dosifica todo lo que puedas en la mano del bolso, siempre irritada por los músculos y tendones, y en el desenganche la pierna lógicamente se eleva. Esta última palabra te ha pasado factura. Sin embargo, resultará como siempre. Ojo, no perforar los detalles de David Ferrer o la nadadora Ona Carbonell, la squiadora Lindsay Vonn o la jugador de ataque Colin Kaepernick, el hombre que rompió la vara contra el racismo en 2016. Todos pasan y saborean el chiste final, con un sustento medio cuando un espectador sufre una sorpresa y detiene la acción. Si a los dos tenistas les interesa y su continuación, Alcaraz, que ha sido titular la temporada anterior, aguanta la pelota contra las pelotas, pero necesitará cinco intentos para golpearlas. Hasta el epílogo, Nadal siempre será Nadal.
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